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    Pistón y los gatos

    ‘Pistón’ es un boxer. Tiene año y medio, casi cuarenta kilos de peso y una larga experiencia con adiestradores (?) tradicionales, de esos a los que les encanta usar collares eléctricos o de pinchos para impedir que el perro tire constantemente de la correa. Pero con ‘Pistón’ han fracasado estos sistemas. Las pilas del collar eléctrico, sin ir más lejos, duraron sólo 10 días. Y el día que se agotaron, Carmela, estuvo corriéndo más de cuatro manzanas en persecución de ‘Pistón’. Desde aquella noche, en la que el collar terminó en un cajón de la cocina, ‘Pistón’ no ha vuelto a pasear suelto.

    Pero, aparte de los tirones, ‘Pistón’, aunque suele ser bastante obediente, tiene un problema: en el momento que sus ojos captan la silueta de un gato, parece que se le taponan los oídos y desaparece el resto del mundo. Algo parecido le ocurre con algunos perros, especialmente con sus primos boxer, de esos que hay tantos en el barrio. ‘Pistón’ sólo quiere jugar con ellos, con los perros y con los gatos. El problema es que cuando ‘Pistón’ lanza sus casi 40 kg en persecución de un gato, no hay brazo de dueño que pueda aguantar la sacudida.

    El caso de ‘Pistón’ tenía que ser considerado desde, al menos, dos ángulos diferentes: En primer lugar, teníamos que reforzar la relación de ‘Pistón’ con sus amos, de modo que éste pefiriese la compañía de sus dueños antes que la de otros perros. Por otra parte, había que comenzar un proceso de desensibilizacion hacia los gatos.

    Tras una larga sesión de análisis y estudio, decidimos reiniciar un proceso de educación en el que, progresivamente iríamos aumentando los niveles de distracción. De esta manera fortalecíamos la relación de ‘Pistón’ con Carmela, al tiempo que conseguíamos que tanto ella como el resto de la familia le prestara más atención. Por supuesto quedaban aparcados los collares de castigo o eléctricos y, de momento, la zona del barrio poblada por los gatos quedaba vetada para ‘Pistón’. Durante el paseo había que mostrarse absolutamente inflexible: el más leve tirón en la correa por parte de ‘Pistón’, supondría la total inmovilidad del amo, aunque esto significara que durante el tiempo de paseo tan sólo se hubieran recorrido 20 metros.

    Transcurridos unos días con el nuevo regimen de educación y paseo de ‘Pistón’, comenzamos los ejercicios de desensibilización hacia los gatos lo que, en poco más de un mes, hizo desaparecer totalmente la fijación del boxer con los felinos.

    Hoy ‘Pistón’ pasea tranquilamente por la calle (muchas veces, incluso, sin necesidad de correa), sin importarle un rábano cuantos gatos crucen delante de él.

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